LA CARNICERÍA - de PRUSIA (2016). INÉDITO
8:44 p.m.
El 21 de noviembre de 1911 en un punto
cualquiera poco antes de alcanzar la gran nada blanca que es el Polo Sur, Roald
Amundsen dio la orden de sacrificar a 24 de los 50 perros con los que contaban
para así alimentar con su carne a él, a sus hombres y a los 26 canes restantes,
en el viaje de regreso. Sobre aquel punto en la Antártida cayó desde entonces
la maldición de un nombre que no pudo ser otro: "La carnicería".
El precio de volver es alto. Supera tantas
veces al del viaje de ida ya que se negocia con hambre, frío y apuro. Ya que es
la misma Muerte quien lo cobra. Y no me refiero a volver del Polo con la
victoria, sino de cualquier parte, con o sin cualquier cosa, cuando ha habido
esperanza, amor y luto.
En junio de 1928 el italiano Nobile se perdió
al regresar del Polo Norte en dirigible. Amundsen se unió a la búsqueda del
pobre diablo, pero desapareció. Nunca más se le volvió a ver, en tanto a Nobile
sí. Fue un intercambio. Fue un círculo y no me refiero al Círculo Polar Ártico,
sino al círculo del ir y del venir en el que van y vienen los aventureros y los
tontos. Todo está en la dirección, en el sentido. Hasta cuando creés estar
quieto, vas o venís a una velocidad de náusea. La velocidad de la Tierra que se
desplaza a cien mil kilómetros por hora en su órbita. La velocidad del corazón
que corre maratones en el pecho. Vas como Amundsen y para volver tendrás que
degollar a la mitad de tus perros. Vas a salvar a Nobile pero no volverás.
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