domingo, 17 de julio de 2016

LA CARNICERÍA - de PRUSIA (2016). INÉDITO


El 21 de noviembre de 1911 en un punto cualquiera poco antes de alcanzar la gran nada blanca que es el Polo Sur, Roald Amundsen dio la orden de sacrificar a 24 de los 50 perros con los que contaban para así alimentar con su carne a él, a sus hombres y a los 26 canes restantes, en el viaje de regreso. Sobre aquel punto en la Antártida cayó desde entonces la maldición de un nombre que no pudo ser otro: "La carnicería".

El precio de volver es alto. Supera tantas veces al del viaje de ida ya que se negocia con hambre, frío y apuro. Ya que es la misma Muerte quien lo cobra. Y no me refiero a volver del Polo con la victoria, sino de cualquier parte, con o sin cualquier cosa, cuando ha habido esperanza, amor y luto. 
En junio de 1928 el italiano Nobile se perdió al regresar del Polo Norte en dirigible. Amundsen se unió a la búsqueda del pobre diablo, pero desapareció. Nunca más se le volvió a ver, en tanto a Nobile sí. Fue un intercambio. Fue un círculo y no me refiero al Círculo Polar Ártico, sino al círculo del ir y del venir en el que van y vienen los aventureros y los tontos. Todo está en la dirección, en el sentido. Hasta cuando creés estar quieto, vas o venís a una velocidad de náusea. La velocidad de la Tierra que se desplaza a cien mil kilómetros por hora en su órbita. La velocidad del corazón que corre maratones en el pecho. Vas como Amundsen y para volver tendrás que degollar a la mitad de tus perros. Vas a salvar a Nobile pero no volverás.


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